Cuando todo estaba en calma, mi repostería andaba sobre ruedas, las niñas estaban bien, Daniela más tranquila con una relación estable, llega de nuevo traslado o si bendito traslado, Carlos como buen oficial de la armada recibía y cumplía las instrucciones dadas. Comienza una nueva aventura en el paraíso exótico no sabía nada de este lugar y tampoco las condiciones que se Vivian allá. Así pues, empacamos todas nuestras cosas y nos trasladamos a Leguizamo un lugar mágico, donde si necesitaba soltar apegos allí los deje todos.
Por un año no tuve acceso a internet, celular y demás comodidades de la vida citadina, fue un gran reto, pero pude pasar situaciones más complejas que esta. Recuerdo mucho el momento cuando llegamos a Leguizamo cuando me baje del avión, solo veo a mi alrededor selva y más selva, un calor infernal, húmedo y un olor particular, pensé donde me he metido que es esto, mi contacto con animales, bichos y demás cosas era totalmente nuevo, jamás había estado en un lugar así, fui víctima de los mosquitos por un año solo me querían a mi….
Teníamos una casa grande dentro de la base naval era un lugar agradable, estábamos bien y seguros. Lo más importante es que estábamos juntos, unidos como pareja mirando toda experiencia desde un aprendizaje de humildad y servicio cuando vives en la ciudad lo tienes todo y das por hecho que todo llega a tus manos sin mucho esfuerzo, en Leguizamo solo llegaba la comida los jueves y si por algún motivo no llegabas a tiempo te quedabas sin los insumos para la semana, aunque tengas dinero con que comprar no hay como hacerlo, para mí fue una gran lección de humildad y de valorar cada cosa que tenía, cada plato de comida era bendecido, comencé a meditar, a encontrarme con ese paraíso exótico, a sentir la madre tierra y su inmenso amor, solté todos los apegos materiales que me acompañaron por muchos años, aprendí a vivir con lo que realmente necesitaba y que se podía conseguir, solté, solté y flui con esa experiencia.
Solo miré al cielo y dije señor me has escuchado.
Gracias, Gracias, Gracias.
Y la naturaleza lo envolvió todo!
Vi una oportunidad de trabajo con mi repostería, fueron un éxito mis tortas, cupcakes y rolls todos los días tocaban la puerta de mi casa para hacerme encargos, fue lindo vivir ese momento, las niñas estaban bien, creamos unos vínculos de amistad muy bonitos que a la fecha siguen siendo mis grandes amigos. Sentí que allí sembré una semillita de luz en cada una de las personas con las que tuve experiencia de ellas, a través de mi palabra, de un consejo, de una terapia y adicional a todo el amor que le inyectaba como ingrediente principal a mis creaciones.
Transcurrió un año maravilloso de grandes experiencias en Leguizamo y llegó nuevamente un traslado esta vez íbamos para Buenaventura otro cambio, nuevamente la incertidumbre de que iba a suceder allá, esta vez si conocía el lugar al cual íbamos había tenido la oportunidad de estar allí, en nuestra época de novios donde consolidamos nuestro amor. Salimos de Leguizamo llorando, fue un momento muy emotivo dejar a los amigos allá y de nuevo nosotros tomar otro camino, se dice que a Leguizamo se llega llorando y se deja llorando, así es…
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